LA VIDA ES UN SKETCH DE CAPUSOTTO
- Poné la tele que están los personajes de Capusotto en el Obelisco ¡Dale poné! -
No entendía nada, pero la oferta parecía bastante tentadora para una nublada tarde de sábado después de tres meses de encierro. Al encenderla comprendí que no era tan literal el mensaje de voz de mi amigo y lo que verdaderamente ocurría era una nueva protesta de los anti-cuarentena. Pero en definitiva el objetivo era el mismo, reírse un rato. Conforme fueron transcurriendo los minutos pasé por diferentes estadios: diversión, preocupación, exasperación, resignación, hasta sumergirme en el más profundo desconsuelo. Es que resulta muy difícil intentar integrarse a una sociedad donde un sector plantea la inexistencia del virus. Donde confluyen en una única marcha movimientos fascistas y anarquistas. O donde se mezclan consignas como las del Nuevo Orden Mundial, con las de la red 5G y los que reclaman en defensa de la propiedad privada de Vicentin (sus acreedores, bien gracias). Un muchacho alcanzó a decir que hizo un recorrido por los hospitales y estaban vacíos. ¿Tomaste la pastilla hermano?
Por las dudas quisiera aclarar que suelo ser un tipo acusado frecuentemente por mis íntimos de conspiranoico. Que uno sea un perseguido, no quita que no lo puedan estar siguiendo. Ahora una cosa es ser escéptico o desconfiado, y otra muy distinta concurrir a una manifestación en medio de una pandemia en el momento de mayor propagación de la enfermedad. Yo podré opinar en una juntada con amigos que Trump está detrás de todo esto. Otro me dirá que el virus se les piantó a los chinos de un laboratorio. Y otro que es un plan maquiavélico para eliminar de la faz de la tierra a la tercera edad, ante la imposibilidad de una reforma previsional. Qué se yo, teorías abundan. Pero lo cierto es que probablemente la verdad no la sepamos nunca. Y al principio estos personajes en el Obelisco pueden parecernos chistosos, si se me permite el término, hasta que después uno cae en la realidad de que conviven con nosotros en el día a día. Son el compañero de facultad, el portero del edificio, el taxista, el kioskero, etc. No son extraterrestres, están acá, al lado tuyo. ¿Todos conocemos un Micky Vainilla no?
Peor aún, todos tenemos un fascista prejuicioso adentro. Porque nos construyeron culturalmente para cruzarnos de vereda cuando vemos venir un pibe morocho con gorrita Nike, pero no para sospechar de un rubio vestido de etiqueta Armani. Basta con prender la radio y escuchar a Baby Etchecopar o a Eduardo Feinmann. Incluso Micky Vainilla va un poco más allá, porque representa la hipocresía de la aristocracia argentina que considera que donando las sobras va a lavar sus culpas. Esa casta adinerada que se horroriza cuando ve los índices de pobreza de la UCA, pero se desentiende de los mecanismos que la provocan. Y podemos encontrar también un Misógino Renni, el macho italiano que sabe satisfacer a las minitas con canciones que las menosprecian. Sin ir más lejos, esta semana la periodista Nancy Pazos publicó un artículo donde cuenta que en un determinado momento de tensión entre la entonces presidenta Cristina Kirchner con funcionarios de la UIA; un empresario propuso (esto es posta) contratar a un psicólogo para que los ayude a entender cómo tratar a una mujer con poder. ¿Qué nos pasa?
Pasa que nos fuimos convirtiendo de a poco en Violencia Rivas. Un ser tan incomprendido como infumable, que despotrica odio hacia la humanidad entera. Pero que también es capaz de embanderarse en la lucha contra éstos Misóginos Rennis que la degradan por su condición de mujer. Alguien que se autodefine como una “vieja de mierda”, pero que no tiene pudor para desde ése lugar que ocupa, criticar acaloradamente las conductas consumistas de los más jóvenes. Y no me digan que no conocen a un Roberto Fitzcarraldo, el vecino al pedo cuyo pasatiempo es exteriorizar sus quejas ante las cámaras de Crónica. Ese hombre solitario que reclama indignado que nadie hace nada, pero sin embargo él tampoco hace nada. Un loco que vive en un estado de vigilancia permanente y que encuentra en un micrófono la oportunidad de canalizar su desencanto para sentirse reconocido por un rato. Un maniático que carga consigo frustraciones y amarguras que lo han marginado de la civilización. ¿Cómo salimos de esta?
Miren, yo soy el primero en irritarme con ese Luis Solari de la oficina, el argentino que nunca viajó pero le contaron. El típico desclasado vendepatria que no tiene la más puta idea de lo que habla y se la pasa comparando a nuestra querida Argentina con países que no va a visitar jamás. Pero creo que la confrontación no ha sido efectiva. Quizás valga la pena el esfuerzo por intentar comprender que ese carácter despectivo, inconscientemente es una reacción para ocultar el complejo de inseguridad que los domina. Y saca a relucir las peores miserias de las que somos capaces los seres humanos. Lo dice el propio Peter Capusotto: “El programa es una visión distorsionada de lo que nos rodea. La vida es perversa. No sabemos cuándo nos vamos a morir, no sabemos si Dios existe y si realmente existiera sería perversa la idea de Dios también. El humor es escapar de la angustia de que somos finitos, de la incertidumbre de no saber para qué estamos.” Llevamos 100 días confinados para cuidar la salud de los más débiles. No dejemos de proteger también nuestro estado ánimo.
Cristian Mileto
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