EL GRITO SAGRADO

“¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!” enuncia efusivamente en su primera estrofa el grito sagrado compuesto por Vicente López y Planes. Más conocido por todos nosotros como el Himno Nacional Argentino. Inspirado según algunos historiadores en La Marsellesa y esa máxima francesa de “Liberté chérie” (Libertad querida). Y qué es la libertad sino el más preponderante de los valores. Ese fin por el que dieron la vida nuestros próceres hasta lograr la independencia. Ese fundamentalismo ideológico injustamente oprimido y vapuleado por las dictaduras militares que padecimos. Aquello que no estaríamos dispuestos a negociar por nada del mundo. Bueno, a excepción de una pandemia. Porque el coronavirus no solamente vino a poner en jaque al sistema capitalista, también a interpelar nuestros derechos y obligaciones. Derechos que no pueden ser ejercidos de manera individual, sino que deben ser concebidos en forma colectiva dentro de un marco social. Y es allí donde surge el dilema que coloca al Estado entre la espada y la pared: ¿Salud o Economía?

“Al gran pueblo argentino ¡Salud!” dice la canción. Lo que no aclara es que para proteger la integridad de millones de argentinos fue necesario restringir la libertad de circulación de los mismos. Sin embargo estos dos intereses actualmente contrapuestos, no fueron motivo de cuestionamiento allá por el 19 de marzo cuando Alberto Fernández decretó el confinamiento obligatorio. Por el contrario, parecía cerrarse la grieta de un país unido en la misma lucha (dije “parecía”). Imposible olvidar las noches donde salíamos religiosamente a las 9 a los balcones para reconocer con un fuerte aplauso el trabajo de los médicos. Era entrar en cualquier red social y ver cómo nuestros contactos concientizaban a sus pares con selfies bajo el lema “Quedate en casa”. Incluso se produjo un hecho inédito, con la edición de los principales periódicos nacionales con una tapa que titulaba “Al virus lo frenamos entre todos”. Si hasta los políticos, tantas veces bastardeados, dejaron sus segmentaciones partidarias de lado para obrar coordinadamente. ¿Por qué nos dividimos?


Porque “pasaron cosas” como diría el ex presidente Macri. La popularidad de Alberto escaló en márgenes impensados, alcanzando un pico del 85% de aprobación. Los miembros de la oposición ante esta situación desoladora, se sintieron derrotados con vistas a las elecciones legislativas del próximo año y empezaron a tirar manotazos de ahogado. Los empresarios más poderosos no estuvieron prestos a aceptar una reducción en los márgenes de rentabilidad y comenzaron a ejercer presión despidiendo trabajadores. Ni una crisis sanitaria sin precedentes, los privó de hacer lobby contra el proyecto de ley que pretende gravar por única vez el patrimonio de los multimillonarios. Y como si el derrumbe mundial fuera poco, el ministro Martín Guzmán intentando renegociar el muerto de deuda que le dejó la verdadera “pesada herencia”. Y los medios hegemónicos, aprovechándose del estado psicológicamente vulnerable de las personas, instaurando un clima de crispación que desvía el eje de discusión. ¿La recesión es producto de la pandemia o de la cuarentena?


Spoiler alert: de la pandemia. Porque si no cómo se explicaría que la caída del PBI pronosticada por el FMI para la Argentina (-9,9%) sea igual o menor a la de países que no hicieron una cuarentena tan estricta (México -10,5% / Reino Unido -10,2% / Brasil -9,1% / EEUU -8%). Y en contrapartida, el promedio de fallecidos que tenemos cada 100 mil habitantes sea de los más bajos (3,27) si lo comparamos con estas naciones (México 23,65 / Reino Unido 66,63 / Brasil 30,16 / EEUU 39,67). No hace falta ser demasiado inteligente para darse cuenta que hemos evitado un colapso sanitario. La flexibilización solo trae más casos y como consecuencia más muertes. Quienes en Europa pensaron que el infierno ya había pasado, están volviendo a retraerse ante rebrotes que vaticinan el fantasma de una segunda ola de contagios. En nuestro territorio, el 85% ya se encuentra en una fase mucho menos restrictiva y la apertura de comercios no tuvo el esperado “efecto rebote” que suele darse cuando la economía toca fondo. Y eso se debe a que la gente tiene miedo y no tiene un mango.



“El populismo es peor que el coronavirus” dijo el estadista Mauricio Macri. Siempre tan atinado y con una mirada panorámica de la realidad. El hombre que dispuso impunemente un sábado a la medianoche eliminar el Ministerio de Salud, recortándole sideralmente el presupuesto con la excusa de achicar el gasto público (la Argentina tenía Ministerio desde 1949, interrumpido únicamente por las dictaduras de Lonardi y Onganía). La Salud no es un gasto Mauricio. Sin embargo, ese partido al que calificás despectivamente de populista, está afrontando la peor crisis económica desde La Gran Depresión del 30’. Con errores, con medidas que resultan insuficientes, con falta de carácter en algunas cuestiones esenciales y con evidentes falencias comunicacionales. Pero con una decisión tan determinante como histórica, que fue la de preservar la vida de su pueblo. Y si en 2023 al Peronismo le tocase perder las elecciones, que sea porque no supo reactivar la Economía y no porque los familiares de las víctimas le reprochen que priorizó el bolsillo por sobre sus seres queridos. Que el grito sagrado brame: ¡Salud! ¡Salud! ¡Salud!



Cristian Mileto

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