LA ODISEA DE LOS GILES
“Y si en 2023 al Peronismo le tocase perder las elecciones, que sea porque no supo reactivar la Economía y no porque los familiares de las víctimas le reprochen que priorizó el bolsillo por sobre sus seres queridos. Que el grito sagrado brame: ¡Salud! ¡Salud! ¡Salud!”. Con estas palabras concluí mi última nota siete semanas atrás. Jamás imaginé que al día siguiente iba a vivir uno de los momentos más angustiantes de toda mi vida. Una persona cercana dio positivo de coronavirus y tuvo que ser internada con respirador mecánico dada la gravedad del cuadro. La situación demandó también que por ser contacto estrecho, deba confinarme con mi novia por precaución. En el medio demasiado estrés y no mucho más por hacer que consolarnos mutuamente mientras esperábamos el parte médico diario. El tratamiento con plasma convaleciente dio sus frutos y gracias al sensacional trabajo de los médicos del Hospital de Clínicas José de San Martín, todo salió favorablemente. Pero durante este tiempo, lo que me permitió conciliar el sueño fue saber que podía estar tranquilo conmigo mismo. Había defendido la cuarentena.
Van a reclamar cada una de las medidas que proponga el Frente de Todos mientras gobierne. Con algunas particularidades que no pueden ser dejadas de lado en el análisis. La primera es que la inesperada paliza en las PASO fue contraproducente, porque generó una percepción en la ciudadanía de que Alberto Fernández ya era el presidente electo. Por lo tanto terminó asumiendo de manera ficticia en agosto y no en diciembre, malogrando los primeros meses de gracia que suelen tener las nuevas autoridades. A las pruebas me remito cuando contabilizo 3 convocatorias contra el Gobierno en tan solo 8 meses de gestión, y considerando que estamos en una pandemia. Y la segunda y principal es que para este grupo disidente, el Kirchnerismo no gobernó 12 años, gobernó 16. Porque Cambiemos a pesar de su triunfo en 2015 siguió administrándose en el poder como oposición. Con el falso discurso de la pesada herencia y la utilización indiscriminada del lawfare, instaló la sensación de que la “Yegua” nunca se fue. Y Cristina Fernández no solo se fue, sino que volvió y les ganó. ¿Tienen futuro político?
Poco. El fraccionamiento hoy es mucho más agudo en Juntos por el Cambio que en el Frente de Todos. Indiscutiblemente en los polos de la política nacional están Cristina y Macri; y en el centro confluyen Alberto y Horacio Rodríguez Larreta. Pero entre Cristina y Alberto hay puntos medios, como es el caso de Sergio Massa por ejemplo. Incluso Máximo Kirchner, que más allá de responder a su madre, ha mostrado un costado dialoguista heredado de Néstor. En un sentido similar podríamos sumar a Axel Kicillof, que entabló una muy buena relación con el presidente producto de la pandemia. Sin embargo, en Cambiemos ocurre lo contrario. En un sector de la granja encontramos un intento por “bolsonarizarse” de Macri-Bullrich-Pichetto y por otro lado las ganas de aprender a volar de Larreta-Santilli-Vidal. Mientras tanto, sus adeptos rompen los huevos con consignas sanmartinianas y violan irresponsablemente la cuarentena poniéndonos en riesgo. Pero como decía el Libertador de América: “La conciencia es el mejor juez que tiene una persona de bien”. Y para poder dormir, hay que estar tranquilo con uno mismo.
Cristian Mileto
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