UN PUNTO (DE VISITANTE)
“Se requiere de una reforma integral que arranque de cuajo las viejas estructuras y de lugar a una nueva generación de policías formados con vocación de servicio y debidamente remunerados” escribí en mi nota del 30 de agosto. Dudo que alguno de los miembros de la fuerza la haya leído, pero lo cierto es que una semana más tarde se sublevaron exigiendo un aumento de sueldo (mala mía). Aquella publicación se titulaba “El Talón de Aquiles” y hacía referencia a que la principal debilidad del Peronismo no había sido ni la inflación ni el cepo, sino la inseguridad. En lo que refiere a la recomposición salarial, no quedan dudas que el pedido era totalmente justo. Durante los 4 años de gestión de María Eugenia Vidal, habían perdido 30 puntos de poder adquisitivo. Pero lo que llamó poderosamente la atención fue la forma elegida, ya que no es muy común ver la residencia del gobernador y del presidente rodeada de patrulleros y hombres armados. Alberto Fernández desactivó rápidamente la bomba, quitándole un punto de coparticipación a la Ciudad para crear un Fondo de Fortalecimiento Fiscal destinado a la Provincia de Buenos Aires. ¿Qué es la coparticipación?
La coparticipación es el dinero que el Estado le transfiere a las provincias, según porcentajes estipulados previamente por ley. Lo recaudado se percibe mediante impuestos coparticipables, de los cuales un 40% queda para la Nación y el 60% restante se reparte entre los gobernadores. La idea original pretendía que los recursos se redistribuyan para acotar los márgenes de desigualdad, en favor de las provincias pobres. Sin embargo, Buenos Aires tiene el 40% de los habitantes del país y recibe solamente el 20% de la coparticipación. La contracara es la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que teniendo una población 6 veces menor y siendo el distrito más rico de la Argentina, obtiene el 5%. Pero también la disparidad se acrecienta si observamos la dependencia que tienen las provincias de estos fondos. Más del 50% del presupuesto total de: Santiago del Estero, La Rioja, Catamarca, San Luis, Formosa, Jujuy, Corrientes, Chaco, San Juan, Salta, Tucumán, Río Negro, Misiones, Entre Ríos y Santa Fe; proviene de la coparticipación. Por el contrario, la incidencia sobre el presupuesto de la Ciudad es del 22%. ¿Fue justa la decisión de Alberto?
Caben aquí tres aclaraciones. La primera es que el porcentaje que reciben la Ciudad de Buenos Aires y Tierra del Fuego, sale del 40% que le pertenece a la Nación. Esto se debe a que en el momento en el cual se aprobó la ley en 1988, todavía no habían sido reconocidas como distritos autónomos. Por lo tanto, es el gobierno de turno quien determina el dinero que les corresponde. La segunda aclaración, es que con la excusa del traspaso de la Policía Federal, Mauricio Macri por decreto le duplicó a Horacio Rodríguez Larreta lo que la Ciudad percibía por transferencias automáticas. Esto significa que, la impugnación que pretende hacer el actual Jefe de Gobierno, desacredita lo actuado por el ex presidente en aquella ocasión. Y la tercera, es que la resolución de Alberto Fernández no fue ni sorpresiva ni a traición, ya que los funcionarios porteños estaban anoticiados desde comienzos de año. El mismo diario Clarín, que difícilmente sea kirchnerista, publicó el 9 de enero que la decisión ya estaba tomada. La actual vicepresidenta, Cristina Fernández, hizo mención al tema el 12 de diciembre en un acto en La Matanza. ¿Cómo queda la relación con Larreta?
Los amores de verano no duran para siempre. En este caso fue poco más que un verano, pero la relación ya venía desgastándose. Hay que reconocer la buena predisposición de Larreta en acompañar el anuncio de la cuarentena, porque sin él hubiera sido imposible su cumplimiento estricto allá por el mes de marzo. Pero luego la Ciudad se cortó sola y comenzó con aperturas desmesuradas, pese a tener la tasa de mortalidad más alta de todo el país y que incluso duplica el promedio de la Provincia de Buenos Aires. Esta obsesión por responder irresponsablemente a las peticiones del electorado de Juntos por el Cambio, fueron generando malestar en Olivos. Y sumado a las marchas anticuarentena, al infantil planteo en Diputados para no sesionar de forma virtual y al alzamiento policial orquestado por Patricia Bullrich, colmaron la paciencia del Presidente de la Nación. Si pudiéramos inmiscuirnos en los pensamientos de Alberto Fernández, leeríamos algo masomenos así: “me abren los bares, me convocan gente al Obelisco, me bloquean el Congreso, ¿y encima ahora me quieren dar un golpe de estado?… ok, te saco un punto de coparticipación.”
Cristian Mileto
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