Y LAS MIGAS PARA MÍ
El tesoro que no ves, la inocencia que no ves. Así arranca la canción. Ya desde los primeros acordes, aunque todavía no sepas muy bien de que trata, se te empieza a erizar la piel. Hasta que la voz del Indio irrumpe con un grito de guerra. Porque si vamos a hablar de los desangelados, de los que viven en el puto suelo de la miseria, no alcanza con cantar. Hay que gritar, para que escuchen allá arriba. El tema lleva el mismo nombre del disco, el primero de su carrera solista editado en 2004, El Tesoro de los Inocentes. El músico lo define como una intención de explicarles a los inocentes el estado de las cosas, porque da la sensación de que en este mundo todos son culpables. O mejor dicho, se acusa siempre a los pobres y nunca a los ricos. Y al parecer, Solari los conoce bastante bien: “Hay gente que es irreductible en su manía especulatoria. Es un modo de pintar a la gente poderosa. No solo afanan en una venta de aviones ¡si te pueden robar la leche, te roban la leche!” Esta descripción, me sirve para dar pie a una discusión que probablemente vaya a ensanchar aún más la famosa grieta. ¿Qué es el Impuesto a las Grandes Fortunas?
Juegan a “primero yo” y después a “también yo” y a “las migas para mí”. El Impuesto a las Grandes Fortunas es un proyecto de ley del Frente de Todos, que se va a tratar en el Congreso en los próximos días. Pretende que los multimillonarios de la Argentina aporten por única vez una tasa de entre el 2 y el 3,5 por ciento de su patrimonio. Pero no va a alcanzarte a vos que tenés un auto modelo 2010, o a tu tía que heredó un departamentito en la costa. Comprende un grupo súper reducido de 12 mil personas, que cuentan con una fortuna “declarada” mayor a los 200 millones de pesos. Y entrecomillo “declarada” porque se calcula que al menos la mitad de lo que poseen se encuentra resguardado en paraísos fiscales. La distribución de lo recaudado ya está previamente asignada de la siguiente forma: 25% para programas de exploración, desarrollo y producción de gas natural; 20% para la compra de insumos médicos; 20% en créditos para las PyMEs; 20% al plan Progresar, destinado a que los jóvenes terminen sus estudios; y un 15% para la urbanización de villas, donde además se les dará trabajo a los vecinos del mismo barrio. ¿No debería ser voluntario?
El tonto nunca puede oler al diablo (vida mía!) ni si caga en su nariz. La clase media argentina tiene una obsesión por pertenecer. De cagar más alto de lo que les da el culo, digo yo. De cambiar el auto y el celular todos los años, aunque el sacrificio requiera que sus hijos coman panchos y arroz cuatro veces a la semana. Individuos que no pueden aceptar que forman parte de un sector con el cual no se identifican y hacen esfuerzos desmesurados por disfrazar su realidad. Porque en definitiva, la vida no es lo que pasa, sino lo que se muestra sonriente en Instagram. Ahora bien, este desplazamiento de clase, trajo como consecuencia un desprecio descarnado con los que menos tienen. Y les han hecho creer que sus posibilidades de crecimiento se ven afectadas por culpa de esta gente. Están convencidos de que los problemas del país se resuelven de abajo hacia arriba, y no al revés. Será por eso, que cuestionan a viva voz cuando toman tierras en Guernica, porque atenta contra la propiedad privada. Pero hacen la vista gorda cuando en Capilla del Monte un grupo inmobiliario incendia bosques para posteriormente construir barrios cerrados.
Cristian Mileto
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